sábado, 4 de septiembre de 2010

Alucinando



Déjame seducir tu instinto, magma que me invade la sangre que te aclama, jardín de gipsofilias que se duermen en el laurel de mi esperanza. Tú, mar de leva que me llama, manos que me moldean en la distancia.

Quiero tus labios mordidos hacerlos mi concierto, tu cuerpo volverlo mi embeleso, reducir a sólo un paso mi plegaria: Ponerle a mis mañanas la luz de tu cabello, rayo de sol, color de la cebada; ámbar de reflejos que encarcelan y desarman.

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